Shigeki vive en una pequeña residencia de ancianos. Allí se siente a gusto y feliz con los demás residentes y con el personal que les atiende. Machiko, una trabajadora social que pertenece a dicho equipo, le presta especial atención, aunque en su interior le atormenta la pérdida de un hijo. Para celebrar el cumpleaños de Shigeki, Machiko decide llevarle a dar un paseo en coche por el campo. Pero el coche se queda parado en la cuneta. El anciano se interna con decisión en el bosque, y Machiko no tiene más remedio que acompañarle...
La tensión entre la física y sensorial textura de las imágenes (hecha de viento, de arbustos, de agua, de frío y de temblor…) y la capacidad de ésta para invocar lo invisible -las emociones que se desbocan- sostiene la poderosa dialéctica que hace de esta hermosa película uno de los poemas sobre el dolor de la pérdida más desgarrados y emocionantes que nos ha ofrecido el cine contemporáneo. Una cita ineludible. (Carlos F. Heredero. El Cultural).
Obtuvo, entre otros reconocimientos, el Gran Premio del Jurado en el Festival de cine de Cannes 2007.