En poco tiempo las calles se convirtieron en un lienzo. Las paredes en enormes hojas de papel. Jóvenes vándalos habían tomado la ciudad por un cuaderno. Y yo comencé a fijarme en los mensajes que la cruzan. En las voces ostentosas y en las discretas. En las que hablan del pasado y en las del presente.
Comencé a recoger los dibujos, a aseguir la ruta de los artistas callejeros, a fotografiar las frases dejadas aquí y allá… Poco a poco, fui conformando una colección extraña; una colección que me dice cómo se sienten los demás.
Graffitis y pintadas se construyen de forma improvisada y espontánea y en ellos se entrecruzan muchas veces críticas al sistema, reflexiones, sentimientos… Son parte del imaginario colectivo. Un diario de lo humano, escrito cuando cae la noche.
Presentación y coloquio con Cristina Aznar