Las romerías son peregrinaciones de carácter religioso ligadas a un territorio muy concreto y a una devoción arraigada en la comunidad que lo habita.
En las romerías se expresa no sólo la fe o el amor a la tradición de quienes participan; además, entre los caminantes se crean vínculos de fraternidad y de pertenencia a la comunidad muy fuertes. En tiempos pasados, la dispersión geográfica de los santuarios de devoción y la creación de los grandes centros religiosos, sirvió para afianzar la institucionalización territorial de la iglesia y el poder de las monarquías. En Navarra, las dos grandes advocaciones del reino medieval fueron Santa María y San Miguel Arcángel, ambos vigías y protectores de los caminos, fronteras y cumbres del reino desde sus santuarios de Roncesvalles, Ujué, Aralar e Izaga.
Las romerías tienen hoy un marcado componente festivo, pero hay algunas que conservan su carácter sacrifical o penitencial por responder a votos perpetuos de ciertas comunidades en agradecimiento a favores recibidos de la divinidad.
En Navarra, son cuatro las romerías de carácter penitencial, en las que se dan todos los elementos propios del sacrificio: el camino duro que recorrer, el anonimato y la carga de la cruz a cuestas: Ujué, Roncesvalles, San Miguel de Izaga y la Trinidad de Lumbier.