La niebla, como los árboles del bosque, oculta siempre el paisaje que hay más allá. Los protagonistas de esta historia son dos hermanos pequeños que emprende una búsqueda incierta, casi a ciegas, en ruta hacia Alemania, sin saber dónde está siquiera ese lugar y sin tener una dirección en la que poder encontrar a ese padre en sitio desconocido. Pero como suele suceder en el cine, lo más importante es el viaje, no el destino, y ese duro periplo va a enseñar a los niños cómo es a vida fuera del hogar, con sus gentes buenas y los viles y despiadados.
Angelopoulos, poeta cinematográfico, narra sobre todo con la imagen, y escenas como la de la niña en el camión (por no dar más pistas) son paradigma de la simpleza de recursos para mostrar el horror. El cineasta griego no valora, se dedica a mostrar y ahí participa el espectador, quien aporta su código moral para valorar las acciones.
Este filme fue considerado el mejor del cine europeo de 1988 y obtuvo el león de plata al mejor director en el festival de Venecia.