Como el doctor Víctor Frankenstein, el realizador experimental Bill Morrison junta materiales preexistentes para crear algo vivo y que respira. En lugar de una criatura hecha de partes de cuerpos muertos, Morrison crea una película usando imágenes de viejas películas de nitrato. Y en lugar de usar la luz para darles vida, recurre a una sorprendente banda sonora creada por el célebre músico de jazz Dave Douglas. Spark of Being se convierte así en una sorprendente adaptación del relato de Mary Shelley en la que se dan la mano el cine de archivo, la fascinación por la muerte, la tradición del experimental y el relato clásico.