Nathaniel Kahn contaba sólo 11 años de edad cuando su padre, Louis I. Kahn, murió de un ataque cardíaco en los baños de la Penn Station de Nueva York en 1974. En su pasaporte la dirección de contacto estaba borrada y su cuerpo fue enviado a la morgue de la ciudad, donde pasó tres días antes de que alguien se presentara a reclamarlo. Esa muerte terrible, solitaria y anónima es, irónicamente, la página que cierra la biografía de Louis Kahn, un gigante que marcó la historia de la arquitectura en la segunda mitad del siglo XX. Su hijo, Nathaniel Khan, nacido de una de las otras relaciones paralelas a su matrimonio, intenta capturar la relación entre ambos a través de los hermosos edificios que su progenitor, un inmigrante judío que superó la pobreza y los efectos de una accidentada niñez, construyó por todo el mundo y cuya herencia artística constituyó una búsqueda inflexible por la verdad, a pesar de una vida personal llena de secretos, oscurantismos y caos.
Nathaniel se lanzó durante cinco años tras la obra y los protagonistas de las relaciones que mantuvo su padre, para conocer tanto al maestro como los detalles tan ignorados de su historia personal. El resultado es este magnífico documental dirigido en primera persona por el hijo de uno de los arquitectos más sublimes del siglo pasado.