El genial director francés Jacques Tati (Día de fiesta, Mi tío), uno de los autores que mejor ha sabido explicar la arquitectura y la ciudad del siglo XX desde el punto de vista del propio usuario, escribió este guion hace más de medio siglo pero no lo pudo filmar entonces, por lo que se quedó durante mucho tiempo en los archivos del Centro Nacional de la Cinematografía. Años después, su hija, Sophie Tatischeff, sentía que no podía abandonar esta emotiva historia y se la encargó al director Sylvain Chomet, quien asumió el reto que suponía revivir la inigualable magia de Tati y presentarla a una nueva generación de espectadores. El resultado es una obra exquisita de animación clásica que aúna belleza y sensibilidad, un homenaje al dibujo, a la arquitectura y a la ciudad dibujada.
La historia nos traslada a finales de los años 50, cuando la revolución del rock sacude el universo del music-hall y los espectáculos de magia se empiezan a considerar absurdos y pasados de moda. El ilusionista comprueba cada día que pertenece a esa especie en extinción, por lo que abandona las grandes salas parisinas para probar suerte por media Europa en busca de la inocencia perdida. Una niña, a la que el viejo mago tratará de no defraudar, se convertirá inesperadamente en su fiel seguidora, convencida de que sus trucos son reales.