Antes de ser cineasta, Tod Browning trabajó en los circos más famosos del mundo, como el de los “Ringling Brothers”. Allí realizaba un macabro número conocido como “el cadáver viviente”. De este oficio singular le vino su interés por los temas escabrosos y/o terroríficos. Así que, ya instalado en la industria del cine, decidió verter sus experiencias en la película que nos ocupa. Recordemos que el circo de antes era un teatro de la crueldad donde se exhibían todas las malformaciones del ser humano como si de magia negra se tratara: el hombre elefante, la mujer barbuda, enanos, retrasados mentales, mutilados… no había piedad. La corrección política era una entelequia, y de lo que se trataba era de sobrecoger al espectador mediante la exhibición de atrocidades —J. G. Ballard no está lejos—. Pues bien, nuestro hombre se trajo a una troupe de verdaderos fenómenos de la naturaleza, algunos de ellos viejos camaradas.El tema principal de la película es la monstruosidad. Habla sobre que la monstruosidad no se encuentra en el físico de las personas, sino que va más allá de las apariencias, en el interior de las personas. Defiende que el verdadero monstruo es aquel que es capaz de hacer cualquier cosa para conseguir sus propios intereses, sin importar el daño que cause a los demás.